Cómo las tecnologías emergentes configurarán las nuevas formas de interacciones humanas.
Por Gustavo de Elorza Feldborg
Si en verdad eres quien clamas, si en verdad eres
el tiempo; tal vez puedas aclararme esta duda
que he tenido toda mi vida
¿Qué tan pronto es pronto? (Sombrerero)
¿Son los metaversos y la inteligencia artificial (IA) solo una palabras de moda o en realidad son las nuevas configuraciones propuestas y conformadas por una realidad artificial que nos plantean otra vez el dilema del sombrerero en su diálogo con el tiempo? Vale el esfuerzo de ensayar algunas preguntas sobre esta disrupción digital que se aproxima y que en breve se sumará a la vida cotidiana de los seres humanos y sus actividades. Cuando cruzamos hacia el mundo-espejo al que nos referimos, surgen los nuevos territorios digitales. Por lo tanto, nos interrogamos: ¿qué tan real será la realidad artificial emergente, donde los humanos comienzan a vincularse y a vivir espacios de tiempo?
Sin duda alguna, podemos comprobar cómo en los últimos años el desarrollo de las Redes Sociales digitales devoró los antiguos tipos de interacciones sociales, comunicativas, laborales, educativas, políticas —entre otras— convirtiéndose en el centro neurálgico de la actividad de las personas en la actualidad tecnológica que transitamos.
Ahora bien, el tema de los metaversos y la (IA) hoy está en boca de todos, y sin lugar a dudas esto formará parte de nuestras vidas, así como sucedió con el uso de internet y de la telefonía móvil antes que eso. La palabra “metaverso”, indiscutiblemente, es una tendencia mundial en cuanto a búsquedas en internet, las que se dispararon en casi un ciento por ciento a partir del cambio de nombre de la red social Facebook por “Meta”. Esta razón del incremento da cuenta, entonces, de que dichas búsquedas parten desde el desconocimiento de esta nueva tecnología, e intentan comprender los nuevos giros sociales, comerciales, filosóficos, antropológicos y sociológicos que se avecinan. Sería de esperar que la educación se sumara a este rumbo de investigar y vislumbrar estos nuevos paradigmas, con el fin de comenzar a reflexionar sobre las implicancias de educar a las próximas generaciones frente a los cambios tecnológicos, a los rasgos de época y a los nuevos consumos ya instalados en nuestras sociedades, los cuales se constituyen como brújulas culturales y configuradores sociales de nuestros tiempos. Por otra parte, será necesario comenzar a preguntarnos —pero también a respondernos— cómo los metaversos afectarán nuestra vida no solo a nivel social, sino también a nivel individual, y cómo repercute esto en el mundo de la formación y la educación de las personas.
También es cierto que es muy pronto para que podamos conocer resultados de cómo influirá el metaverso y la (IA) en nosotros, pero esto no impide que podamos hipotetizar y hasta ensayar diferentes escenarios y plantearnos una anticipación prospectiva en sentido educativo, a fin de entender cuáles son las diferentes alternativas que ofrecen los mundos sintéticos digitales. Por ello, consideramos que uno de los principales factores a tener en cuenta es cómo nuestro cerebro procesará y se adaptará a estas nuevas tecnologías y a una hipotética forma de vida híbrida, en la que nos encontraremos quizás en lo mejor de dos mundos, es decir en una relación de interacción cotidiana mediante la combinación de las realidades físicas y virtuales. De esta manera, nuestras formas de ser, estar y hacer deberán ajustarse a las posibilidades sociales así relacionadas, a partir del desarrollo e implementación de software de interacción humano-computador (HCI). ¿Es este el portal de ingreso a lo que el transhumanismo denomina como H+, es decir, la posibilidad —a la que consideran de un futuro inmediato e inevitable— de que la humanidad sea mejorada en sus potencialidades y virtuales limitaciones? El debate acerca del transhumanismo no es sencillo y levanta adhesiones y enconos por partes iguales. Es más, es motivo de estudio de la bioética, por las implicancias morales que puede tener: ¿cuáles serían los fines de ese mejoramiento? ¿cómo se usaría? ¿quién puede garantizar que no se utilice para el mal? ¿no profundizaría las diferencias entre quienes pueden acceder a él y quienes no? ¿no existe el peligro de una nueva eugenesia? ¿no establecería diferencias entre personas, vidas “dignas de vivirse” y vidas que no? Las preguntas podrían multiplicarse, pero solo dejamos planteadas estas a modo de tomar consciencia de la complejidad del tema que nos ocupa y de la necesidad de abrir la discusión.
En el caso de la irrupción de los metaversos en la vida de las personas —y la transversalidad con que ellos atravesarán todos los estratos sociales y todos los aspectos de la vida— es dable sostener que las posibilidades que ellos abrirán a la existencia humana son inmensas. Sortear las limitaciones de las leyes de la física, aumentar las competencias por medio de tecnologías prostéticas, implantes digitales, y diferentes dispositivos, parece hoy una realidad que ya escapó de los libros de ciencia ficción para instalarse entre nosotros. A este fenómeno se lo denomina “enhacement” como sinónimo no solo de aumento sino de mejora de las capacidades humanas y se lo puede relacionar con un concepto nada nuevo, pero aún vigente, el de “cyborg”, acuñado tempranamente en 1960 por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline para hablar de una criatura compuesta de elementos orgánicos y cibernéticos (cyber-organism). Ahora bien, frente a estos acontecimientos inminentes, podemos adoptar una postura optimista o una postura pesimista.
Frente a la pregunta de si los metaversos crearán una diferencia nociva entre los “humanos híbridos” y los humanos “no+” —por darles un nombre que refiera a aquellos que no han sido modificados— es posible responder con esperanza o con desesperanza. Ray Kurzweil, sostiene que la humanidad superará, a través de la tecnología, todos los límites que le impone la biología, en una convergencia humano/máquina a la que llamó “singularidad”, la que daría ingreso a una “humanidad extensiva” o “transhumanidad”. El “transhumano” es un ser humano en transformación, cuyas capacidades y competencias están siendo ampliadas con tecnología, pero sería posible, según esta corriente de pensamiento, llegar a un “posthumano”, que es un ser humano natural-artificial cuyas características son excepcionalmente superiores a las del humano actual. Desde la otra vereda, Nick Bostrom plantea el concepto de “riesgo existencial”, y advierte sobre los peligros que pueden entrañar las tecnologías para la humanidad. Algunos de ellos son, por ejemplo, una superinteligencia que se vuelve autónoma y asume funciones de poder, el surgimiento de una aristocracia posthumana, la superpoblación o el control de la natalidad según intereses, el poder usado con fines bélicos, entre otros.
No queremos, asumir una postura por una u otra corriente de pensamiento antagónico sino, solamente, abrirnos al debate de ideas que la irrupción del futuro en el presente deja planteadas y que no es posible eludir si es que tomamos consciencia de los cambios que se avecinan y pretendemos ponerlos a nuestro favor.
(*) el autor es PhD. En Tecnología Educativa – Posdoctorado en Neuroeducación y Redes de Aprendizaje Cognitivo – Líder del Aprendizaje – Universidad de Harvard